3 hábitos para tomar decisiones de forma consciente

3 hábitos para tomar decisiones de forma consciente

Decía un anuncio promocional de la app To-Do, de Microsoft; que las personas tomamos alrededor de 35.000 decisiones al día. Como he escuchado esta cifra en varias ocasiones y soy bastante escéptico, busqué las fuentes. Y parece ser que sí, que hay bastantes estudios que lo confirman. Tomamos muchas decisiones a lo largo del día. Sin embargo, la gran mayoría son inconscientes.

🧠 Nuestro cerebro nos boicotea constantemente. ¿Alguna vez te has propuesto hacer algo y has acabado procrastinando? Por ejemplo: querías salir a correr pero terminaste dedicando la tarde a mirar el móvil. Hay una parte de tu cerebro racional que quiere que salgas a ponerte en forma. Y hay otra que toma el control y dice: ¡Ni de coña! ¿Quieres hacer ejercicio? Pues túmbate en el sofá y ponte a mover el pulgar de arriba a abajo.

En el trabajo y en la vida, es fácil dejarse llevar por la amígdala y tomar decisiones basadas en emociones o buscando inconscientemente la satisfacción inmediata.

En este artículo quiero hablarte de tres hábitos que me han funcionado muy bien para tomar decisiones de forma consciente.

Decisiones reversibles, decisiones irreversibles

Tomar decisiones a veces es difícil porque tenemos miedo a equivocarnos. Según Jeff Bezos, hay dos tipos de decisiones: las reversibles y las irreversibles. O en inglés: one-way vs. two-way doors.

  • Tipo 1: Casi imposibles de revertir. Por ejemplo: dejar tu trabajo. En sentido figurado, saltar desde lo alto de un precipicio sin paracaídas. Una vez tomas la decisión, ya no hay vuelta atrás.

  • Tipo 2: Fáciles de revertir. Por ejemplo, comenzar un side-project, ofrecer un nuevo servicio, cambiar el precio a tus productos… Son decisiones que deberían tomarse con poco esfuerzo y sin demasiada deliberación, ya que son fáciles de revertir.

Las personas tendemos a ver la mayoría de decisiones como si fueran del tipo 1. Pero no todas las decisiones son trascendentales o difíciles. Está bien equivocarse.

Lo más importante es tener en cuenta dos cosas:

  1. Intentar que la mayoría de decisiones que tomes sean fáciles de revertir.

  2. Cuando no sea posible y haya que asumir un riesgo, hacerlo basándote en las opciones que se abren ante tí y en las que dejas atrás.

Si nos llevamos esta forma de pensar al día a día del desarrollo de software, se me ocurren varios ejemplos en los que puede aplicarse:

  • Si trabajas git y utilizas ramas, haz incrementos de código frecuentes, enfocados y lo más pequeños posibles. Si algo va mal, te será fácil identificar dónde estaba el problema si el commit era pequeño que si incluye miles de líneas de código.

  • Cuando diseñes el proceso de despliegue de tu aplicación en producción, hazlo basado en versiones. Si hay problemas, podrás volver a una versión anterior rápidamente para darte tiempo a identificarlos con tranquilidad.

  • Intenta que se desplieguen nuevas versiones a menudo y con pocos cambios, en lugar de muchos. Disminuirá el riesgo de que algo vaya mal y te será más fácil volver atrás e identificar el problema.

  • Cuando escribas código, escribe también tests automáticos. Si alguien cambia tu código en el futuro y algún comportamiento esperado deja de funcionar, tu test fallará y esa persona te lo agradecerá. Es más: esa persona podrías ser tú.

  • Cuando quieras poner una nueva funcionalidad en manos de tus clientes o usuarios, no pierdas mucho tiempo pensando cuál es la mejor forma de hacerlo. Invierte el tiempo suficiente en diseñar algo que tenga sentido y ponlo en manos de algunos usuarios con un feature toggle que te permita apagarlo sin desplegar una nueva versión. Observa si se está usando como esperabas. Aprende de ello. Itera hasta encontrar la mejor versión o desecharla si descubrís que era una mala idea.

Seguro que se te ocurren muchos más ejemplos. Si te fijas, todo está basado en crear una red de seguridad para poder saltar al vacío sin miedo. En trabajar esperando que algo vaya mal y en poder revertirlo rápidamente sin riesgo y minimizando el impacto. Recuerda el principio fundamental de la Ley de Murphy:

Todo lo que puede suceder, sucede.

Entrenar cerebro para tomar decisiones reversibles es preguntarte constantemente cómo de fácil será deshacer lo que estás haciendo en caso de que algo no salga como esperabas.

Te preguntas qué pasa con las decisiones de tipo 1, las que son irreversibles de verdad, ¿no?

Yo en este caso intento no preocuparme demasiado, pero aquí sí que conviene invertir el tiempo suficiente en pensar y tomar la decisión basándome en las opciones que se abren ante mí. Si estás pensando en dejar tu trabajo, piensa en las puertas que se van a abrir, cuánto te va a acercar esa nueva posición a tus objetivos vitales, cómo va a cambiar y a mejorar tu vida… y si podrías conseguir esas cosas quedándote donde estás.

Por supuesto, hay cosas que puede que no salgan como esperabas y hay que contar con ello. En el peor de los casos, ¿qué pasaría? ¿Cuál es tu plan B?

Tener una estrategia para decidir qué hacer y qué no hacer

Tomar decisiones sin miedo a equivocarnos es una parte importante del proceso, pero sin un marco de decisión es difícil decidir qué hacer o qué dejar de hacer.

Uno de los principios fundamentales de la agilidad que lleva a la simplicidad en el desarrollo de software es maximizar el número de cosas que no hacemos. Voy a intentar elaborar mi punto de vista.

A lo largo del día el abanico de cosas que puedes hacer es prácticamente infinito, pero lo mires como lo mires el día tiene 24 horas. Para decidir qué hacer tienes que sentirte cómodo siendo consciente de las cosas que vas a dejar de hacer. Sin remordimientos. ¿Quieres ponerte en forma? ¿Aprender algo? ¿Escribir un libro? Bien. Comprométete. Piensa qué cosas estás haciendo ahora y cómo te ayudan a conseguir ese objetivo. Si no te ayudan, quizás es mejor dejar de hacerlas. No puedes hacerlo todo. Si no puedes dejarlas porque te hacen feliz, a lo mejor es que ese objetivo no es tan importante para tí y eso también está bien. Pero hay estrategias que son incompatibles. Hay que elegir.

Elegir qué hacer y qué no hacer también es una habilidad fundamental en el día a día de una persona que desarrolla software. Pero para poder saber qué elegir hay que tener claro qué pretendes conseguir.

Pregúntate: ¿Cuál es la misión de tu empresa? ¿Qué objetivos quiere conseguir? ¿Qué problemas tienen tus usuarios? Si no tienes las respuestas, empieza preguntando hasta que las tengas.

Un ejemplo:

Tu empresa vende productos online y quiere convertirse en la mejor vendiendo esos productos a nivel nacional. Para hacerlo, quiere proporcionar una experiencia de usuario atractiva y fácil de usar, así como un gran servicio de atención al cliente.

A alguien se le ocurre que estaría bien traducir la página al inglés. ¿Es la mejor idea? ¿Está alineada con la estrategia de la empresa? ¿En qué momento queréis convertiros en un referente internacional? Quizás no es lo mejor que puedas hacer en este momento. No puedes hacerlo todo.

En una empresa teníamos un sistema de segmentación de usuarios para campañas de marketing. El sistema funcionaba como un tiro, pero a alguien se le ocurrió hacer una integración agnóstica, “por si la empresa decidiese ofrecer el servicio como plataforma, para poder integrar otros sistemas de segmentación”. Otra persona dijo, con buen criterio: Ahora tenemos este sistema de segmentación y no vamos a tener otro. Vamos a integrarlo de la forma más sencilla posible.

Puede que no te haya convencido y que aún pienses:

Pero y si en el futuro…

Mira: en el futuro tú y yo no probablemente no estaremos aquí o no quede nada de lo que hayamos programado hoy. Y si por casualidad estamos, ya nos enfrentaremos a ese problema cuando toque.

👀 ¡Ojo! no estoy hablando de crear deuda técnica. Hay que diseñar componentes flexibles y escalables, pero también evitar la complejidad innecesaria. Pero invertir en traducir tu producto cuando ahora mismo la energía de la compañía está centrada en el mercado nacional es remar contra corriente. Una pérdida de tiempo. Y ese futuro hipotético puede que no llegue nunca. Piensa si no estás utilizando el “y si en el futuro” para justificar tu necesidad de hacer sobreingeniería.

Hazte estas cuatro preguntas

Ahora no recuerdo la fuente, pero una vez leí por ahí que cada vez que alguien tenía que tomar una decisión de producto, se hacía cuatro preguntas:

  1. ¿Por qué debería yo hacer esto?

  2. ¿Por qué debería yo hacer esto?

  3. ¿Por qué debería yo hacer esto?

  4. ¿Por qué debería yo hacer esto?

No te he engañado. Son cuatro versiones de la misma pregunta, pero poniendo el foco en cosas distintas.

La primera, consiste en entender el espacio del problema. ¿Qué problemas estamos intentando resolver? ¿Qué necesidades hay detrás? ¿Qué objetivos queremos conseguir? Hacer esto te ayuda a entender por qué deberías trabajar en algo en lugar de hacerlo sin plantearte nada. Sólo entendiendo por qué podrás encontrar la mejor solución.

La segunda pone el foco en quién debería hacerlo. ¿Eres la mejor persona para hacerlo? ¿Entra dentro del alcance de tu equipo? ¿Hay otra persona mejor preparada, otro equipo en el que tenga más sentido? ¿Puedes delegarlo y dedicarte a algo más urgente/importante? Esto tiene mucho que ver con el apartado anterior de tener clara la estrategia y maximizar el número de cosas que dejas de hacer. Aunque en realidad las cuatro preguntas tienen que ver con eso 😉

La tercera se pregunta si deberías hacer o construir lo que tienes entre manos. ¿Por qué? Porque desarrollar software y mantenerlo es caro. ¿Te has planteado si ese problema ya está resuelto? ¿Si existe algún servicio o librería que te lo proporcione? En el caso de productos, a veces te encuentras una empresa que se dedica a vender camisetas que ha construido su propio sistema de contabilidad y tiene un departamento entero para mantenerlo. ¿Tan especiales sois? ¿No deberías estar dedicando tus recursos a vender camisetas?

La última tiene que ver con hacer lo correcto y no otra cosa. En implementar la mejor solución. Una vez hayamos entendido por qué lo hacemos, que somos nosotros los más indicados para hacerlo y que no hay otra forma de lograrlo que no sea construyéndolo. O que nos conviene estratégica y económicamente. La solución puede ser implementar un sistema completo de contabilidad y facturación o preparar unas plantillas de Excel y dar formación a una serie de personas. Una es evidentemente más cara que la otra y ambas solucionan el problema.

En resumen: toma el control

Si quieres evitar que tu cerebro te boicotee, tienes que tomar el control de la situación. Tener un plan, una estrategia. Un objetivo y unas metas que te guíen para tomar una decisión rápida y una red de seguridad que te permita lanzarte al vacío sin miedo a hacerte daño. Está bien equivocarse, pero maximizando el aprendizaje y minimizando el riesgo. Poder volver atrás, si es necesario.

Hoy te he hablado solo de algunos consejos en forma de hábitos que practico, pero hay mucho que puedes ver o leer sobre el tema. Para que tengas un punto de vista complementario, te dejo con un par de vídeos de Mayuko Inoue que me gustan mucho, sobre tomar decisiones de carrera y decisiones técnicas.

¡Nos leemos en las redes!

Foto de cabecera de Javier Allegue Barros en Unsplash